
LA SALOBREÑA ROMANA
Sel/Selambina (Salobreña)
La historia de la Salobreña romana tiene mucho que ver con su entorno privilegiado y sus antecedentes de poblamiento que se remontan al periodo prehistórico. La disposición de este municipio costero se sitúa, entre el actual Peñón de Salobreña, que forma una pequeña península que se adentra en el mar, y hasta hace prácticamente tres siglos y medio, una isla más del Mediterráneo, como han constatado diferentes estudios geológicos y arqueológicos, situado al sur, y el Monte Hacho localizado al norte del municipio. Dichos puntos geográficos constituyen dos de los enclaves arqueológicos más importantes de este singular pueblo granadino, en donde se han encontrado diferentes restos arqueológicos romanos.
La primera referencia literaria que tenemos de Salobreña nos la encontramos en el siglo I, en la obra Historia Natural de Plinio El viejo (libro III, 3, 8), citándola con el nombre de Sel:
Dein litore interno oppida Barbesula cum fluvio, item Salduba, oppidum Suel, Malaca cum fluvio foederatorum. dein Maenuba cum fluvio, Sexi cognomine Firmum Iulium, Sel, Abdara, Murgi, Baeticae finis.
Un siglo más tarde, el autor Ptolomeo, nombra a la localidad como Selambina, en su obra Geografía (libro II, 4, 7), donde se enumera las poblaciones del mar mediterráneo, entre Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra),(Márquez Cruz,2005).
Las fuentes literarias no nos han podido decir de forma precisa la naturaleza urbana de Salobreña, pero se entiende su importancia en la época del Imperio, aunque sea, como un núcleo de población de tipo menor. No podemos obviar, su privilegiada posición geoestratégica, con la existencia de dos puertos naturales durante la edad antigua que conocemos gracias a los sondeos geoarqueológicos.

Además, el hallazgo de materiales cerámicos romanos republicanos y en menor medida imperiales, y el descubrimiento en el peñón de restos constructivos y materiales arqueológicos de época republicana y alto imperial (Martínez et alii, 2015).
Por lo que conocemos, en la costa de la Bética romana, debemos de intuir la existencia de una red marítima mediterránea, que mantiene ciertos puntos de apoyo a los navegantes, así, como la existencia de instalaciones comerciales que servirían para dar salida a todos los productos de la zona de la desembocadura del Guadalfeo. Ánforas, cerámicas, salazones, vino, acetite y otras materias primas se exportarían desde pequeños puertos o embarcaderos. Entendemos por tanto que el punto de salida de este comercio debió ser el que estaba vinculado con Selambina, situado, según los diversos estudios, probablemente entre la Caleta y El Gambullón, mismo lugar donde se estableció el embarcadero fenicio-púnico, en la zona del Portichuelo. (Arteaga et alii, 1992).

Todos estos datos nos permiten pensar en Sel o Selambina como un vicus (Sánchez, 2011), un asentamiento rural caracterizado por tener un pasado u origen indígena y gozar de una cierta autonomía. Un asentamiento que mantendría rasgos urbanos modestos propios de un urbanismo indígena preexistente a la llegada de los romanos. Entendiendo que Sel o Selambina, sería un asentamiento importante en la comarca, aunque con menor importancia que la vecina Sexi (Almuñécar). De hecho, aunque la zona del Bajo Guadalfeo, mantuviera una importante red de producción alfarera, pescadores, agricultores y comerciantes, no se revertiría a la población, sino que serviría de beneficio para las elites que vivirían en Sexi (Almuñécar) o Iliberis (Granada).
Según los registros arqueológicos, y más concretamente el estudio de las ánforas, podemos observar un buen número de alfares en la comarca, de los que solo se han podido estudiar y de forma parcial el de Los Matagallares, donde nos encontramos con ánforas salsarias, ánforas de salazón, las ánforas olearias y las ánforas vinarias.
Según el director de la investigación de los Matagallares, Darío Bernal (Bernal,1998), se producen dos principales vías de exportación, la primera en dirección a la Galia, que quedaría constatada por el hallazgo de un barco hundido junto a la desembocadura del rio Ródano. Desde esta zona, y siguiendo este curso fluvial, el vino granadino se transportaría a importantes ciudades galas como Vienne, Lyon y Arles, llegando probablemente hasta el limes germánico (Martínez et alii, 2015).
Aparte del alfar de Los Matagallares, conocemos la aparición de restos arqueológicos del Bajo Imperio en otros alfares y villas como en Los Barreros, la Loma de Ceres, la Cañada de Vargas y sobre todo el del Peñón de Salobreña.
Debemos recordar que en el Peñón de salobreña se ha encontrado una importante colección de monedas, buena parte de ellas pertenecientes al Bajo Imperio. Por desgracia un importante número de las mismas se han perdido, aunque aún se conserva una importante muestra.

Las monedas identificadas se corresponden con los emperadores Constantino II (337-340), Constancio II (337-361), Valentiniano II (383-392), Teodosio I el Grande (379-395), entre otros, con una cronología que copa buena parte del siglo IV y que coincide con las cerámicas tardorromanas (Arteaga et alii, 1992).
Salobreña continua en el circuito romano hasta la caída del Imperio Romano en el año 476 d.C. y las siguientes invasiones de los pueblos germánicos.
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