
Media docena de castillos para recorrer la historia de la Costa Tropical
La Costa Tropical tiene una oferta monumental muy variada entre la que se encuentran castillos de diversa época, tanto medievales de origen árabe como cristianos. El de Salobreña es sin dudas el más destacado por su historia y su situación geográfica, aunque el de Almuñécar no le va muy en zaga.
La ruta de los castillos del litoral granadino se inicia en La Herradura, donde se ubica una fortaleza construida en 1771 durante el reinado de Carlos III. Su planta es idéntica a la de al menos una decena que se distribuyen por las costas de Granada, Almería y Málaga, y que se levantaron con la finalidad de combatir la piratería, que por aquellos años estaba muy a la orden del día, con berberiscos que llegaban del norte de África para saquear y hacer prisioneros para luego esclavizarlos.
Fue utilizado por el ejército hasta 1839, año en que fue cedido al cuerpo de Carabineros para garantizar la seguridad y vigilancia de las costas y evitar el contrabando, en una época donde las incursiones de corsarios ya no eran un problema. Tras la Guerra Civil se convirtió en casa cuartel de la Guardia Civil, función que cumplió hasta 2003. Poco después fue adquirido por el Ayuntamiento de Almuñécar, restaurado y abierto a la visita del público.
El recorrido continúa en Almuñécar, donde se levanta un castillo árabe que ya en época cristiana adquirió el nombre de San Miguel. Se cree que sus orígenes son romanos, y que fue levantado por los musulmanes sobre las bases de aquella construcción. Vivió su época de máximo esplendor durante el Reino Nazarí de Granada, sirviendo como palacio de recreo para los sultanes.
Tras la conquista de la plaza en 1489 pasó por diferentes etapas, incluida una gran decadencia en los años de la Ilustración, que fue a peor tras sufrir el bombardeo de la flota inglesa en 1808, durante la Guerra de la Independencia. Desde entonces quedó en estado ruinoso y perdió toda importancia militar, y entre mediados del siglo XIX y la década de 1980 se utilizó como cementerio. Gracias a distintas campañas de restauración recuperó parte de su antigua grandeza y es visita obligada para quienes llegan a Almuñécar.
Siguiendo en dirección oeste, el castillo de Salobreña se erige imponente y majestuoso por su situación, coronando el promontorio del Casco Antiguo. Las primeras referencias corresponden a fuentes árabes del siglo X, y desde entonces fue objeto de innumerables transformaciones que han ido modelando su fisonomía, sobre todo en los siglos XIII y XIV, pues durante el Reino Nazarí sirvió como residencia y prisión real.
Tras la capitulación de Salobreña en 1489 los castellanos reforzaron la fortaleza en previsión de posibles ataques, aunque a finales del siglo XVIII se encontraba en ruinas y fue abandonado. El castillo estuvo en manos privadas hasta 1959, cuando el Ayuntamiento tomó posesión para rehabilitarlo. Desde entonces se realizaron distintas campañas, la última de las cuales dio como resultado el hallazgo de un baño nazarí.
La siguiente fortificación importante de la Costa Tropical la encontramos en Carchuna, en primera línea de playa aunque rodeada de invernaderos. Fue levantada en la misma época que la de La Herradura, con la que comparte la planta original, al igual que con otro castillo que se situaba en el barrio motrileño del Varadero, hoy desaparecido. Entre sus principales hitos, el fuerte carchunero fue escenario de una histórica operación de rescate de prisioneros en 1938, durante la Guerra Civil, que permitió la liberación de 308 soldados y guerrilleros republicanos que estaban allí apresados.
El siguiente castillo de la ruta es el de Castell de Ferro, del que solo se conserva un torreón de 15 metros de altura y parte de su patio central y batería, aunque su estado es completamente ruinoso. En su origen fue un ribat árabe, es decir, una fortaleza-monasterio en la que habitaban religiosos musulmanes. Según los escasos documentos históricos que hacen referencia a él, su construcción se ha datado entre finales del siglo XII y comienzos del XIII. También sufrió diversas vicisitudes, como un bombardeo inglés durante la Guerra de la Independencia o un rayo que destruyó una de sus cuatro fachadas.
Finalmente, en La Rábita, en el extremo más oriental de la costa de Granada, emerge una torre de época andalusí con una fortaleza adosada con dos baluartes que se añadió en el siglo XVI. También fue un ribat árabe originalmente, del que solo se conserva la torre, y tras la conquista fue reedificada por los Reyes Católicos y adaptada para el uso de artillería.
Estos castillos forman parte de una red más amplia de construcciones defensivas que jalonan la Costa Tropical, que se completa con una serie de baterías, atalayas y torres vigía situados en distintos puntos estratégicos de la franja litoral.
Los viejos vigías del litoral granadino
La Costa Tropical se encuentra salpicada por numerosas construcciones defensivas cuyo fin, a pesar de corresponder a diferentes épocas, ha sido siempre el mismo: proteger la costa de invasiones enemigas. Algunas de ellas son castillos o baterías que estaban equipados con artillería, y otras corresponden a torres vigía que solo servían para escrutar el Mediterráneo y avisar mediante señales de fuego y humo de posibles ataques.
A lo largo de los siglos se fue constituyendo una red de construcciones que no dejaran un solo sector de territorio sin vigilar, y para ello se buscaban ubicaciones estratégicas, generalmente en puntos elevados. Además de los castillos que fortificaban las principales localidades (enlace con reportaje castillos), se instalaron algunas baterías como las de la playa sexitana de El Tesorillo o en Castillo de Baños. Por lo demás, eran torres de diversas formas, cuya función era principalmente la de vigía.
En la mayoría de los casos están diseñadas con una base circular –de entre cuatro y cinco metros de diámetro- con medidas de entre ocho y diez metros de altura, contando también con una única puerta de acceso ubicada a media altura por razones de seguridad, a la que se accedía mediante escalas de cuerda. Esas construcciones aún se mantienen en pie, aunque en diferentes estados de conservación.
Iniciando el recorrido en el extremo más occidental de la Costa encontramos la torre de Cerro Gordo. Fue construida en el último cuarto del siglo XVI con el objetivo de prevenir la llegada de embarcaciones, mientras que en el siglo XVIII fue equipada con un cañón de pequeño calibre, si bien su principal función consistía en emitir señales. Su base es un imponente mirador de los acantilados de Maro – Cerro Gordo.
La atalaya de la Punta de la Mona se levantó a finales de la década de 1760 sobre los restos de una antigua torre de época nazarí. También fue artillada, pues al peligro de los desembarcos procedentes del Magreb se sumaba la necesidad de reducir el intenso contrabando de tabaco –entre otras mercancías- que tenía lugar en la bahía herradureña. En 1990 fue restaurada para transformarla en un faro.
La siguiente construcción es la torre de la Punta de Velilla, antes denominada del Hachuelo, que cumplía funciones de señalización ante posibles avistamientos de naves enemigas. La torre del Granizo, situada en una loma de Taramay, es una de las pocas de planta cuadrada de esta ruta y también de las más antiguas, ya que su construcción se estima a mediados al siglo XIV, en plena época nazarí. Hoy se encuentra en avanzado estado de deterioro y solo se conserva la parte inferior.
A finales del siglo XVIII se construyó la torre de la Galera, en la playa de El Tesorillo. Se trata de una batería de defensa de mayores dimensiones y de forma semitroncocónica, cuya construcción se ha datado en 1767. Se la dotó de abundante artillería, pertrechos, armas y utensilios para infantería y caballería.
La torre de los Diablos se ubicada en el Barranco de Enmedio y se levantó en el mismo año como simple atalaya para señales, sin artillería. Tuvo una antecesora de la que hoy solo se conserva la base de piedra, de la que surgió el nombre de torre de los Diablos. Según un antiguo relato, de ella salieron unos ladrones vestidos de diablillos para robar a unos pasajeros que iban en dirección a Almuñécar.
Ya en el municipio salobreñero, y ubicada en los jardines del Hotel Salobreña a unos 80 metros sobre el nivel del mar, se encuentra la torre del Cambrón, edificada por los nazaríes y luego reformada por los castellanos. Es de forma cilíndrica y posee dos aberturas: una puerta ventana a cinco metros de altura y una ventana más pequeña a casi diez metros, donde también sobresale un matacán defensivo.
Desde allí habrá que recorrer varios kilómetros por el litoral para encontrar otras atalayas similares. La planicie del terreno costero no propicia la presencia otras edificaciones de carácter militar hasta el extremo oriental de Motril, con excepción de los castillos de Salobreña y de Carchuna y la torre de Torrenueva, que dio nombre a la localidad y que está integrada en el entramado urbano. En Calahonda encontramos el Farillo, una torre inclinada situada en plena playa, y la ruinosa torre de la Cueva del Bigotes.
Ya en el municipio de Gualchos aparece la torre del Zambullón, que se encuentra semiderruida, y más adelante la de la Rijana, del siglo XVI, de la que apenas quedan unos restos de pared que dejan adivinar su planta cuadrada. El municipio cuenta con tras dos torres en Castell de Ferro: la de Castell, convertida en un faro que está en uso, y la de Cambriles, en plena población.
En Castillo de Baños (Polopos) aparece una fortificación similar a la de El Tesorillo con el añadido de dos torres, y poco antes de llegar a La Mamola se sitúa la torre del Cautor, del siglo XVI, que ha sido restaurada. La siguiente es la de Melicena (Sorvilán), construida en 1515, que precede a la del Puntalón o Punta Negra, ya en el municipio de Albuñol, cuyo entorno se ve afeado por una antena de telefonía.
La localidad de La Rábita, además de su castillo, cuenta también con una torre vigía, mientras que el recorrido termina casi en el límite con Almería en la torre de Huarea, de la que solo quedan unas ruinas. Es de origen nazarí, pero fue reutilizada en el siglo XVI y se cree que formó parte del conjunto de un castillo ya desaparecido del mismo nombre.
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