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ToggleEn esta ruta entre la naturaleza se pueden conocer algunos de los primeros restos arqueológicos que se encontraron en el municipio, ya que los primeros asentamientos de Salobreña fueron encontrados en Lobres. Durante el neolítico, pastores seminómadas frecuentaron la zona dejando restos de su cultura en la Cueva del Capitán, uno de los principales yacimientos arqueológicos del neolítico costero y que confirma la presencia del hombre en esta área, por la que pasa esta ruta.
Con la penetración de la «Cultura del Argar», (2.000-1.200 a.C.) y Bronce Tardío y Final (1.200-600 a.C.) la ocupación de estas tierras se intensificó, con asentamientos por el área de Lobres, zona de control del paso del Tajo de los Vados. Fenicios, romanos, árabes, y cristianos han sido testigos del aprovechamiento agrícola de Lobres y de la configuración de su núcleo de población.
Los puntos de interés cultural además son la pequeña Ermita de Santa Ana (siglo XVIII) y la Ermita de San Antonio, de interés patrimonial.
El ecosistema de Vega del Guadalfeo y el de ribera dan paso al mundo mediterráneo más puro. Una ruta que enseña todos los estratos vegetales mediterráneos (desde el herbáceo xérico y arbustivo aromático primero al arbóreo final de algarrobos y encinas) y lleva a los primeros asentamientos históricos de la región costera en la Cueva del Capitán.
La vega cambia el mundo kárstico con sus cuevas, hogar de los primeros pobladores de Lobres, Salobreña y toda la costa tropical. Este potente legado se va mezclando con la aparición de la fauna mediterránea más recóndita, como las abubillas, los tejones, mustélidos como la gineta, las cabras montesas y sobre todo la amplia gama de rapaces nocturnas.
Tramo que culmina en la joya geológica de la región: El Tajo de los Vados. Un gran cañón calizo que ha ido excavando el río Guadalfeo durante millones de años. La conexión del mundo de la montaña con la vega fluvial y el mundo marino.
Un camino salpicado por cultivos subtropicales acaba con el único mirador desde arriba de este espacio natural donde se puede apreciar su magnitud. Más de 100 metros tallados por el río, que se ven desde esta ventana al vacío, así como su flora singular (como el Buxus balearica y el Maytenus senegalensis) y su imponente biodiversidad de aves y sus espacios de nidificación en altura.
El matorral mediterráneo da lugar a las mejores vistas del pueblo de Salobreña desde la zona de los Palmares. Una maravilla natural en la que reinan las formaciones rocosas singulares creadas en roca caliza. Paisaje kárstico, como si de menhires se tratara, que no dejan indiferente por sus geólogicas formas moldeadas por la disolución calcárea.
La energía del sol en estas zonas con más de 300 días al año la vegetación mediterránea. Punto de partida para los animales, que se adaptan al estrés hídrico y gracias a la vida nocturna de la naturaleza.
El medio natural se transforma en medio humano. De la primigenia relación entre la geografía física y las personas se genera todo el sistema agrario que se puede contemlar en este tramo. Agricultura que depende del clima subtropical y de los potentes acuíferos, y que muestra indicándonos como el ser humano se adapta al territorio. Una ventana hacia Lobres y hacia el pueblo de Salobreña con toda la Vega agraria que les une y les acuna.
Y más adelante al mundo rural de Lobres, con sus casas blancas a los pies del monte mediterráneo y su pasado tranquilo y agrario. Muestra de esto son su entrada por la ermita del año 1730 y sus típicas calles andaluzas, que nos llevan al punto de partida de esta ruta circular.
Descubre Salobreña: Blanca y reluciente, abrazada al gran Peñón que mira al mar, entre geráneos y calles con antiguo sabor árabe.